Durante el tiempo que llevamos confinados
es posible que hayáis notado en vuestros/as hijos/as un aumento de rabietas, dificultades
para dormir, falta de apetito o aumento de él, pesadillas, …
Por eso creemos que es importante
que desde el Equipo de Orientación y Apoyo os ayudemos a comprender algunos aspectos
que os pueden ser de utilidad a la hora de dar respuesta a las rabietas.
La corteza prefrontal es la zona
que controla funciones de gran importancia para la vida diaria, entre ellas la
planificación, la inhibición de conductas, atención, autorregulación emocional,
empatía…. Esa zona se va desarrollando hasta aproximadamente los 20 años, por eso
muchas de esas funciones son más propias de adultos que de niños/as.
El cerebro es la parte del cuerpo
que más tarda en desarrollarse y eso lleva aparejado que durante los primeros
años de vida de nuestros hijos e hijas tenemos en nuestra mano el asentar las
bases que le serán de gran utilidad a lo largo de su vida.
El hecho de que no tengan
desarrollada esa zona cerebral hace que no atiendan tanto a los detalles que
les damos, sino a si algo es bueno o malo. Si a eso le sumamos que estén
cansados, puede suponer una rabieta, una respuesta constante con el ¡NO! Con lo
que se puede hacer realmente complicada la gestión.
Esto no significa que tengamos
que consentir, significa que debemos acompañar y ayudar a tomar decisiones que
son capaces de tomar por ellos mismos. Tampoco debemos evitar que cometan
errores o evitar una rabieta, sino que hay que hacerles ver las experiencias
como parte del aprendizaje, para que de esta manera se refuerce el hecho de
desarrollar la capacidad de esfuerzo.
Por todo esto cuando llegue el
momento de explosión de nuestros pequeños/as, nuestro comportamiento debe ser
de tranquilidad, acompañar mediante abrazos o caricias si es que las quiere,
ayudarle a expresar su malestar mediante preguntas que le guíen a poder
decirnos lo que ocurre, ante todo cercanía, nada de alejarse y exigir que se
calme cuando claramente no puede hacerlo.
Las rabietas son básicamente la
manifestación de la frustración de un deseo que no puede cumplir. Por eso, algo
muy importante a comprender (aunque sea complicado en ocasiones) es que no es
una batalla entre el/la niño/a y vosotros/as.
¿Cómo prevenirlas?
- Comprender
y empatizar con ellos/as.
- Tomarnos
determinadas cosas con más de calma. Nosotros tenemos prisa, ellos y ellas no.
- Tener
en cuenta que, si no están cubiertas sus necesidades básicas, las rabietas son
más probables. Estar enfermo/a, tener
hambre, algún dolor o malestar, la incertidumbre de las rutinas y sobre todo el
cansancio, son en la mayoría de las ocasiones es quienes las provocan.
¿Cómo manejarlas?
Conectando emocionalmente. No son
racionales, de manera que hay que transmitir mensajes calmados y cuando estén
más tranquilos, intentar redirigir la conducta.
1. Nos ponernos a su altura y le miramos a los
ojos.
2. Hablarle con calma y transmitir afecto:

- Le diremos que estamos a su lado, que cuando
quiera podemos hablar si es que quiere estar solo/a.
- Si es receptivo/a al cariño, le abrazaremos.
3. Evitar explicaciones largas, debemos darle
mensajes breves y concisos.
4. Redigir a su parte racional cuando estén
tranquilos. En ese momento les explicaremos la razón de lo que esté ocurriendo.
5.Si vuelve a estallar, volvemos al punto 2).
Os dejamos una serie de libros por si queréis profundizar un poco más:
- Disciplina sin lágrimas de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.
- El cerebro del niño de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.
- Bésame mucho de Carlos González.
- Educar sin perder los nervios de Tania García.
Aquí tenéis también el enlace a un vídeo para que veáis algunos errores que solemos cometer.
Un saludo
Lucía, Arantxa y Nuria